lunes, 14 de abril de 2008

Presentación

Encantado de conocerles. Mi nombre es Constantino, soy cristiano ortodoxo y pronto les escribiré una serie de textos para explicarles la temática de este blog.
Su título les puede llamar la atención (Liga Imperial Bizantina). Dicho nombre ha sido elegido para expresarles una serie de iniciativas religiosas, políticas y socioeconómicas que podrían servir para acabar con ciertas injusticias históricas que ha sufrido el Cristianismo Ortodoxo durante varios siglos. Les expondré la línea de acción que he ideado con la mayor humildad y siempre redactaré mis escritos por el amor y la lealtad que siento hacia mi comunidad religiosa y no por siniestras ambiciones personales.
De antemano, les doy las gracias a todas las personas que entren en este blog y lean sus textos y, si alguien aporta ideas que puedan mejorar las inciativas que aquí mostraré, les aseguro que estaré muy agradecido y que dichas ideas las tendré muy en cuenta.
Gracias por leer estas líneas y confío en que Dios Todopoderoso les acompañe siempre en su vida.

domingo, 13 de abril de 2008

Aproximación a la Liga Imperial Bizantina

La Liga Imperial Bizantina es un sentimiento identitario de la Cristiandad Ortodoxa que, con el paso del tiempo, aspira a convertirse en un movimiento político, espiritual y socioeconómico, el cual poseería una estructura de mando firme y descentralizada al mismo tiempo. Consiste en una necesidad de dotar a las buenas gentes de la Europa del Este de un orgullo de pertenencia a la comunidad cristiana ortodoxa. Durante años las poblaciones de Oriente han sido infravaloradas y humilladas por las oligarquías de Occidente (en este caso resaltaré la opresión de las personas de origen rumano en Italia) y de los mal llamados países musulmanes, en su mayor parte con regímenes políticos fanáticamente laicos y antirreligiosos (incluso en aquellas sociedades, la religión islámica está perseguida; Egipto sería un buen ejemplo ya que allí el movimiento islamista de los Hermanos Musulmanes es constantemente reprimido por las autoridades locales; también, en Turquía, el Kemalismo totalitario intenta ilegalizar al Partido de la Justicia y el Desarrollo, formación política de raíces musulmanas que ha ganado democráticamente, y con un gran respaldo popular, las dos últimas elecciones legislativas de aquel país).
Es necesaria una completa comunión de todas las Iglesias Ortodoxas y de todos sus miembros para alcanzar un fin que nos llene de satisfacción espiritual y material. Dicho fin sería restaurar aquello que, durante centurias, nos lleno de orgullo y que es la cuna de nuestra cultura y nuestra religión. Recibió varios nombres: Vasileía Romaíon, Imperio Romano, Imperio de Oriente, Imperio Romano de Oriente o, como es más comúnmente conocido, Imperio Bizantino. El restablecimiento de dicho Estado se tendría que realizar dentro de cauces estrictamente pacíficos y no violentos. Hoy en día puede parecer imposible que Constantinopla vuelva a ser ortodoxa pero, con determinación y valentía, se podría lograr este sagrado objetivo [ya enunciaré en entradas posteriores cómo podría conseguirse la liberación de esta ciudad y del imperio del que fue capital].
Con la finalidad propuesta, nacería un sentimiento de unión y enaltecimiento entre los seguidores de la Cristiandad Verdadera. Se constituiría el Pueblo Ortodoxo o Nación Ortodoxa. Con la restauración del Imperio Bizantino, todo ortodoxo caminaría por cualquier parte del mundo con la cabeza bien alta y con la seguridad de contar con un gran apoyo político detrás que lo protegería (todos los ortodoxos y los habitantes de una reconstituida Segunda Roma serían ciudadanos bizantinos de pleno Derecho).
Podemos quedarnos con los brazos cruzados y no intentarlo. Sería una opción muy cómoda. Pero la ofensiva antiortodoxa sigue imparable. Están intentando arrebatarle a Serbia Kosovo Metodija, a Macedonia las regiones de población albanesa (podría decirse que todo este pequeño país está en juego), la gran mayoría de los serbocroatas siguen malviviendo como refugiados y los magiares de la Transilvania rumana y los turcos de Bulgaria empiezan a demandar la integración de los territorios en los que habitan en Hungría y Turquía respectivamente (y aún no he mencionado los casos de los tártaros de Crimea, de la Abjazia georgiana y de las repúblicas musulmanas rusas del Caúcaso Norte y el Tartarstán). He de señalar que las poblaciones cristianas en general (y ortodoxas en particular) están siendo muy maltratadas en los territorios que le han sido arrebatados a la Ortodoxia. Me gustaría mencionar el caso armenio: las tierras armenias que estuvieron bajo control ruso padecieron pocas persecuciones; en cambio, los armenios que vivían en el Imperio Otomano sufrieron el primer genocidio del siglo XX. Por lo tanto, si nos quedamos quietos, si no hacemos nada, nos extinguiremos. Si no intentamos restablecer el Bizancio político, el cultural y religioso también desaparecerá.
Hay quienes piensan que Rusia podría desempeñar la labor de protectora de los cristianos de Oriente. Por desgracia, este gran país está siendo cercado y necesitaría ayuda para acometer esta tarea. Dicha ayuda podría venir de un reconstituido y fuerte Imperio Bizantino en el Mediterráneo Oriental. Así esta gran nación eslava rompería el asedio al que está siendo sometida y conseguiría un importante y vital aliado en el Sur.
Para finalizar, comentaré que la ideología de la Liga Imperial Bizantina es tradicionalista, cristiana ortodoxa y monárquica en lo político y lo religioso (aunque también defiende la libertad espiritual, de expresión y asociación). En los aspectos sociales y económicos predica una moral conservadora (pero no represiva) y un sistema económico que, a grandes rasgos, es anticapitalista y socialista (que no marxista) en el que el Estado controlaría los sectores estratégicos de la Economía y los campesinos tendrían en propiedad las tierras que trabajasen y los obreros serían dueños de las empresas en las que realizasen sus actividades laborales. Sin embargo, también se permitiría la existencia de pequeños propietarios empresariales siempre y cuando sus negocios no pusieran en peligro ni al conjunto de los proletarios ni al colectivo de agricultores ni al Estado [de todos modos, ya explicaré en próximas entradas estos conceptos con una mayor profundidad].